La caida en el orden, según Bergson.
Por Cándido Cimadevilla.
Atlántida, revista de pensamiento actual. Vol. I, Núm. 2. Marzo-Abril 1963.
 
  • Introducción
  • I. La idea clásica del orden (en breve...)
  • II. La noción metafísica de caída (en breve...)
  • III. Estabilidad y estabilización (en breve...)
  • IV. El absoluto del devenir y del tiempo (en breve...)

 

Introducción

La expresión "caída en el orden", parece no tener un significado racional, sino un puro significado valorativo. Para unos tal expresión indicaría que a un cierto tipo de orden descendemos, y se nos convierte en necesario, a través de una determinada experiencia del mal. Así por ejemplo, alguien podría decir que está sometido a dieta porque se le ha estropeado el estómago, y la dieta representaría en la comida un orden que nos habíamos visto obligados a seguir contra nuestra voluntad; esto es, habríamos "caído" en la dieta a pesar de nuestros deseos. Igualmente -por tomar otro ejemplo- todos aquellos que ven en la democracia un ideal de vida y de libertad política, dicen que una determinada nación ha "caído" en la dictadura, definiéndose esta como un predominio del orden sobre la libertad. Así, además de señalar un hecho, la expresión "caída en el orden" expresaría un juicio de valor.

Como todo juicio de valor este podría ser vuelto del revés, y así diríamos: ahora que llevo una vida ordenada ya no me duele el estómago; ahora que hay orden en la vida pública todo marcha como el mejor de los mundos posibles. Puesto que el orden es siempre algo positivo que se logra superando un desorden.

Para que esta doble posibilidad de valoración tenga algún sentido, hay que suponer que en el primer caso está por encima del orden algo que en el segundo se considera por debajo de él. Lo segundo parece lo normal: por debajo del orden está el desorden, y la frase "caer en el desorden" sería la única correcta, siendo la otra, la caída en el orden, una pura metáfora.

Sin embargo, también se puede suponer que por encima del orden está la libertad, y que la eliminación de la libertad para imponer el orden representa una caída. El cristianismo nos ofrecería en favor de esta tesis un ejemplo muy preciso con su distinción fundamental entre gracia y ley. La gracia está por encima de la ley; por tanto, de la gracia a la ley habría una caída, y de la ley a la gracia, una ascensión. Al ver que el pueblo por Él elegido no vivía en la gracia, Jehová tuvo que dictarle las tablas del Decálogo, imponiendo el orden del antiguo testamento; las leyes del Decálogo serían las muletas morales de un pueblo caído en la desgracia. Cuando de nuevo, en el Testamento, Cristo se dispone a poner la gracia por encima, no ya de la desgracia, sino de la ley misma, sería crucificado en nombre del Antiguo Testamento, bajo la acusación de que venía a derrocar la ley y no a situarla y a confirmarla desde una prespectiva superior.

Pues bien: en nuestro siglo, un pensador francés de origen judío, llamado Henri Bergson, que estuvo a punto de pasar del Antiguo a Nuevo Testamento, quiso ofrecernos una versión de la naturaleza basada en esta idea. Si el universo de la materia se define por su orden físico-matemático perfecto, esto no significa ni mucho menos, sino todo lo contrario, que el mundo físico sea una realidad positiva, puesto que en el orden de la materia y en sus leyes caemos desde la realidad más alta y positiva de la vida. Se ha de definir la vida por una libertad creadora de una imprevisible novedad, de la cual la materia no es más que un plagio, una caída en el orden. La vida es gracia creadora y espíritu; la materia es orden y determinismo. En el pensamiento positivista de sus antecesores directos este pensador judío había visto una nueva versión científica del fariseísmo, de la complacencia de las leyes necesarias o intransgredibles que rigen el destino del universo, y, queriendo liberarse del rigor de la matemática, al que desde su juventud le predestinaban sus maestros, estuvo al borde de renunciar en el mismo acto al mandato supremo de su antigua religión: al mandato de la ley.

Ahora bien ¿es posible fundar una filosofía de la naturaleza sobre tales consideraciones? ¿No nos ofrecerá Bergson una visión religiosa del universo, envuelta en terminología psudocientífica y psudofilosófica? Sus ideas sobre la vida no llegaron a inspirar ni a fecundar la biología, como por ejemplo, las de Einstein fecundaron la física. Sin embargo, igual que otros pensadores de origen judío de su época -Freud, Husserl, Marx, el propio Einstein, etc.- tuvo una gran influencia en la renovación del pensamiento conyemporáneo. He aquí pues, que se nos presenta el problema de saber cuál es el alcance verdaderamente filosófico de la idea de "caída en el orden" sobre la cual Bergson funda su concepción de la naturaleza, y, en último término, sus análisis metafísicos de lo real.

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